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miércoles, 26 de septiembre de 2018

EL Gatiao Viejo

             


                    I
Si amigo, el gatiao que ái vé,

ni aunque la mala me amargue
no hay plata que me lo pague
y viá decirle el porqué.
Yo en deuda con él quedé
y siempre estaré endeudao,
porque de puro confiao
volviendo solo, de un viaje,
por mi pingo y su coraje
no me ahogué allá en el Salao.
               II
Con treinta días de ausencia
venía con sobras de aliento
trayendo mi pensamiento
puesto fijo en mi querencia.
Y cometí esa imprudencia
sin meditar y allá lejos,
donde el cielo en sus reflejos
me hacía ver en lo infinito
las ternuras de un ranchito
donde esperaban mis viejos.
               III
Y aquella mañana, el río,
sin más testigos que Dios
casi nos traga a los dos
por aquél apuro mío.
Pero el gatiao puso un brío
que hasta hoy me maravilla,
y yo que estaba en capilla
con una esperanza sola
bien agarrao de la cola
pude ganar la otra orilla.
              IV
Me mate un rayo cuñao
si a la verdá no me ajusto,
pero después de aquel susto
le dí un abrazo al gatiao.
Prometí, y hasta he jurao
después de mi salvación,
que mientras tenga razón
y mi vida no se apague
no habrá plata que lo pague
¡a mi gatiao regalón!


martes, 25 de septiembre de 2018

EL ZAINO Y EL FORASTERO




En la estancia "El Cimarrón", un día a la tardecita, cuando ya la torcacita busca el monte en la ocasión; un tal Jacinto Verón llegó a la estancia ese día, un zaino pampa traía para lucir su recao, con las borlas del bocao como peliando venía. Lo recibió el encargao y él dijo: -"Busco una changa". -"Casualmente, hoy en la manga un lote hemos encerrao. Está todo preparao, La yerra recién empieza, si le gusta la changa esa ya puede desensillar; mañana lo he de probar volteando de la cabeza. Al otro día temprano lo encararon al mamón, había echo yunta Verón con un puestero entrerriano. Los dos eran muy baqueanos, sabían voltear a uña y el encargao don Acuña les dijo que habían quedao diez grandotes encerraos pa juntarles las pezuñas. Armaron los seis puesteros y de a uno iban largando, con tres rollos, esperando, bien parao el forastero. Bufando el primer ternero sintió la yapa hasta el pecho y en un callejón estrecho, volcando como se debe de los diez, les voltió nueve de reves y de derecho. Y después de demostrar cualidades de campero, le ofrecieron de puestero y chúcaros pa amansar. Terminó por aceptar y puso una condición "que no es tapa ni galpón porque simplemente quiero echar a mejor potrero a mi zaino redomón". Y un domingo en la chumbeada de sortijas y cuadreras, donde la familia entera va a ver la depositada; donde una yegua mentada le da el corte en la ocasión, al zaino del "Cimarrón" que sin pegarle un azote la tapó con los cascotes con la monta de Verón. Invicto lo retiró después de treinta carreras, y en otras fiestas camperas mil veces apadrinó. Todo el pago lo admiró al pingo por su prestancia, al hombre por su elegancia y la peonada decía: que los dos serían un día las reliquias de la estancia. Pero al morir el patrón, llegaron los herederos, y por nada: lo campero, le gustó a la sucesión; al escritorio, Verón, pasó junto a los mensuales -"No me gustan los cardales", dijo el rico: -"hay que sembrar, sino tendrán que marchar junto con sus animales". Y el que tanto trabajó sin temerle a las heladas, que tantas huellas marcadas en su rostro le dejó; educado respondió: -"Soy fiel a mi convicción, por eso me voy patrón, nada me puede cambiar", al tranco se fue a ensillar en la puerta del galpón. Igual que cuando llegó, se marchó una tardecita, y otra vez la torcacita camino al monte voló. Y todo el pago observó pasar esa criolla estampa hombre legal y sin trampa se iba del "Cimarrón", un tal Jacinto Verón en un viejo zaino pampa.

martes, 11 de septiembre de 2018

LA VISITA DEL MARCIANO




Matiando yo en mi cocina

abrigau junto al fogón, 
mi china en un rincón
desplumaba una gayina.
Derrepente se ilumina
todo el rancho alrededor; 
yo que soy buen tirador
me calzé y atropeyaba, 
cuando vi que aterrizaba
un gran plato volador.

Se bajó un flaco elegante
me dijo: "no quiero guerra, 
vengo a conocer la tierra
y sus gauchos habitantes".
Lo hice pasar pa'adelante
por hay se me hizo entender:
"Tu señora quiero ver...
quiero tener relaciones",
¡Fíjense las intenciones:
meterse con mi mujer!.

Su melena era ondulada
y su cuero cascarudo
yo creo que andaba desnudo, 
sus coyunturas sonaban.
Las aspitas bien arquiadas
y era medio jorobau, 
siempre lo tenía a mi lau
queriéndome conquistar:
"a mí me vas agarrar, 
por más que sea adelantau".

Lo invitamos a cenar
y se quedó complacido;
de tan lejos había venido, 
no lo podíamos yenar.
Lo hubieran visto mascar
con esos dientes grandotes, 
se chupaba los bigotes
con la grase que chorriaba, 
las gayetas que pasaba
enteras por el gañote.

Después se quiso acostar
le estaba atacando el sueño
muy contento y muy risueño
a mi cama se fue a echar.
De un salto lo hice parar
manotiando mi cuchilla, 
se la puse en las costiyas
y le grité al poderoso>:
-"no te la des de gracioso
y acostate en tu casiya".

Hay se me puso a yorar
y se empezó a retorcer.
Me dijo: -"No puedo creer
que me vayas a despreciar, 
igual me voy a arreglar
tengo muy buena intención.
Siempre habrá un buen corazón
que me sepa comprender.
Yo duermo con mi mujer
y vos te vas al galpón"...

-"Mirá marciano avivau!", 
le grité con voz bien fuerte
"jugarte la vida o muerte
de acá salís achurao".
Casi me caigo sentau
en el medio de la cocina
cuando una voz suave y fina
me dijo como a un hermano:
-"Yo no soy ningún marciano, 
soy 'marciana femenina'.

Hay mi vida campechana
me vengo avivar recién... 
¡Qué lindo en luna de miel
disparar con la marciana!.
Pero se hace la macana...
yo no dejo a mi mujer, 
primero tengo que ver
la marciana en su planeta
si me cuelga la gayeta
¿cómo se hace pa'volver?