sábado, 1 de octubre de 2016

A UN PINGAZO



1
Aunque nunca me ha gustao
el ponderar lo que es mío
hoy en la rienda porfío
y agarro pa el otro lao.
Es que en mi mente estaquiao
pa mi flete hay un halago, 
y sin que tome ni un trago
con sólo el pensar me alegro
que tengo un overo negro
como no hay otro en el pago.
2
Parece que hiciera alarde
sabiendo que se destaca
cuando a mi rancho se atraca
a la cáida de la tarde.
Mi pasión parece que arde
viendo en su pelo rareza, 
manchao con delicadeza
y según pienso y entiendo
cada mancha es un "remiendo"
que trae por naturaleza.
3
Es aguerrido en su andar
pa cualquier rumbo que lleve, 
poniendo así de relieve
su guapeza al galopiar.
Yo lo he sabido probar 
sus condiciones tan buenas, 
y en las noches más serenas
lo asusta el más leve ruido, 
como al hombre que anda "juido"
o al que arrea vacas ajenas.
4
Si salgo al campo a boliar
-a escondidas del patrón-
me conoce la intención
y ya se dentra a enojar.
Fue el correr y desplumar
mi diversión soberana, 
y es mi costumbre paisana
probar el pulso y el ojo
para cumplirme el antojo
de comer una "picana".
5
Cualquier paisano tropero
diez lueguas a la redonda
es fácil que les responda
si preguntan por mi overo.
Pingo de un hombre puestero
más pobretón que las ratas, 
y en otras horas ingratas
que en mi vida se han cruzao
de algunos pesos me he armao
jugando al fiao a sus patas.
6
Es al primero que enfreno
en cualquier caso de apuro, 
y ande quiera me misturo
sin respetar al más bueno.
Sé que solo me condeno
así al ponderarlo mucho, 
pero hay una voz que escucho
y es Martín Fierro el que grita:
"¡Siempre el gaucho necesita
un pingo pa fiarle un pucho!"



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