Era un tal Lucio Medina
crillazo como el mejor
en un tiempo domador
en la estancia "La Colina".
Criollazo de mucha estima,
campero y muy apreciao,
supo tener un gateao
que era toda su alegría
y en yerras y pulperías
fue pingo muy codiciao.
Con el producto'e las domas
Medina compró un campito
y allá levantó un ranchito
en la falda de una loma.
Bastos, riendas y caronas
adornaban la cocina
después ovejas, gallinas,
todo empezaba a crecer
por eso ¡quién iba a creer
que eso quedara en la ruina!
Al cerrarse la oración
y mientras pitaba un chala,
pa'l catre se refalaba
aunque no era dormilón.
La pava sobre el fogón
había quedao silenciosa,
y una estrella brillosa
jugueteaba por los serros,
sintió tañir el cencerro
en forma muy sospechosa.
De un salto estuvo parao
y se vistió de un tirón,
después manotió el facón
que estaba sobre el recao,
qu'esa tarde había dejao
mientras cortaba unos cueros,
y ya con el caronero,
cauteloso pero alerta,
se fue entreabriendo la puerta
pa'divisar al sendero.
Salió medio agachao,
costeando una cina-cina,
y ve un bulto que camina
con dirección al gateao.
Muy pronto estuvo enterao
de lo que iba a pasar,
nada lo hacía dudar
se daba por advertido,
que a su pingo más querido
se lo querían robar.
Cuando aquél bulto cruzó
por detrás de la tropilla,
Medina casi en cuclillas
hasta su pingo llegó.
La madrina conoció
a su dueño en el instante
cuando el grito vigilante
dieron de pronto unos teros
al darse vuelta el cuatrero,
Medina estaba delante.
Cuando se gana el tirón
en un trance tan audaz
al paisano más capaz
le hace buya el corazón.
Al cuatrero en la ocasión
al sentirse descubierto,
de a pie y en campo abierto
ya no es fácil disparar,
sólo le resta pelear
o sino darse por muerto.
El hombre andaba de a pie
con el caballo a la rienda
y en el claro de una senda
se divisa el pangaré,
de un: "¡Alto, quién es usted!",
un grito quedó flotando
se fué pa'trás reculando
con intención de montar,
y a otro palo fue a parar
una lechuza chistando.
Medina fue como luz
y no menos el cuatrero,
y el brillo de dos aceros
traiba destino de cruz;
con un poco de inquietud
la tropilla se alejó
sólo el gateao se quedó
como mirando la escena
bajo esa noche serena
donde su dueño pelió.
El cuatrero ya finao
quedó en el suelo tendido
y Medina mal herido
quiso buscar al gateao.
caminó como enredao
con el facón de testigo
y al verlo cerca a su amigo
palmeándolo con la mano
le dijo: "No importa hermano,
vos te quedaste conmigo".
Al cuatrero lo enterraron
por indicación del juez,
vino a saberse después
según otros comentaron.
Y un arbolito plantaron
donde Medina cayó,
un resero lo encontró
al despuntar ese día
y antes de morir decía
lo que esa noche pasó.
Al poco tiempo el gateao
fue festín de los caranchos,
murió en la tranquera'el rancho
donde supo estar atao.
Un día así resignao
se quedó como dormido,
la boca abierta y sumido
como relinchando al dueño
y en un galope de sueños
se fue con rumbo al olvido.
Letra: Rafael Bueno
Interpreta Abel ivroud