Me sucedió en Sauce Chico,salí a bolear unos días,
pa'armarme de algunos reales
o bien ganarme la vida.
Me pareció ver un Pampa
con una hermosa tropilla,
y fue grande mi sorpresa
cuando vi que era una India,
que andaba muy bien montada
no muy aindiada que diga.
Tenía rasgos españoles
tal vez podría ser mestiza,
me fui acercando despacio
le manotié la madrina,
claro... que, no podía juir
la cosa aquí jué distinta,
porque pasó que la yegua
había parido ese día,
y el mismo instinto de madre
tal vez la dejó tranquila,
aunque estaba algo asustada
por sentirse mi cautiva.
Le dije: "¿Habla español?"
Me contestó que de niña.
Y ya rumbié pa'las casas
con las alforjas vacías.
Al llevármela pa'l rancho
vi en su rostro una sonrisa,
con luz de una vida nueva
bortada de sus pupilas:
me fue contando su historia
de la sual se siente indigna.
Que de una maloqueada
el Cacique Baigorrita,
la robó de Bahía Blanca
del pago de donde es hija,
que su padre y madre han muerto
en esas tristes guerrillas,
que apenas tenía diez años
cuando vivió esa desdicha
que es la esposa de un Ranquel
que tiene unas cuantas chinas,
que le dieron muy mal trato
que así son con las cautivas
que fue mujer en un tiempo
en que la vida llovizna,
que no cumplió veinte años
y ya dio luz tres caricias,
que quedaron en los toldos
del Cacique Baigorrita.
Segunda Parte
II.
Recuerdo la primer noche...
apenitas llegué al rancho,
ahí manié las dos madrinas
pa'que se quedaran pastando,
yo, por las leguas andadas
estaba tan trajinado,
que al recostarme en el catre
quedé tendido a lo largo.
Me desperté con el alba,
salté más veloz que un rayo,
y allí la ví, junto al fuego,
sentada sobre los bastos,
esperando que despierte
con el mate en una mano.
Me senté junto al fogón
por momentos que miramos,
y así sin hablar palabras
hemos pasao muchos ratos.
Al poco tiempo no más
le fui notando algo raro,
dejó las pilchas indígenas
que las colgó de unos ganchos,
y entró en la usanza paisana
fue algo así como un milagro,
le miraba de reojo
ese misterioso cambio,
que transformó su color
y sus facciones de arauco
hasta ese, rostro oscuro
recuerdo después de un año
perdió el rescoldo del sol
y se empezó a poner pálido.
Comenzó a soltar sus trenzas
de su lindo pelo zaino,
y hasta se echó agua florida
en una blusa de raso,
que una viejona vecina
me le trajo de regalo.
Así lavando mi ropa,
cosiendo, limpiando el patio,
haciéndome de comer,
y mil cosas que no hallo,
me fue cambiando la vida
y ordené en el trabajo.
Yo me la llevé pa'eso...
pa'que me atienda, caracho!...
Pero la cosa cambió
murió mi sangre de "bravo";
aunque en cuestión de mujeres
fuí más porfiao que los vascos,
a más, pertenezco a esos
que han sido siempre orejanos,
y disparan tierra adentro
por no querer montar "patrios".
La custión me entró a gustar,
aunque soy hombre de campo,
me embobaba la figura
de sus pechos y sus pasos,
la mirada de sus ojos,
y su bello talle alto.
En un chispazo el amor
se puso a nuestros respaldos;
ella corrió enloquecida
a refugiarse en mis brazos,
y exprimimos en un beso
la pasión de nuestros labios.
II.
Recuerdo la primer noche...
apenitas llegué al rancho,
ahí manié las dos madrinas
pa'que se quedaran pastando,
yo, por las leguas andadas
estaba tan trajinado,
que al recostarme en el catre
quedé tendido a lo largo.
Me desperté con el alba,
salté más veloz que un rayo,
y allí la ví, junto al fuego,
sentada sobre los bastos,
esperando que despierte
con el mate en una mano.
Me senté junto al fogón
por momentos que miramos,
y así sin hablar palabras
hemos pasao muchos ratos.
Al poco tiempo no más
le fui notando algo raro,
dejó las pilchas indígenas
que las colgó de unos ganchos,
y entró en la usanza paisana
fue algo así como un milagro,
le miraba de reojo
ese misterioso cambio,
que transformó su color
y sus facciones de arauco
hasta ese, rostro oscuro
recuerdo después de un año
perdió el rescoldo del sol
y se empezó a poner pálido.
Comenzó a soltar sus trenzas
de su lindo pelo zaino,
y hasta se echó agua florida
en una blusa de raso,
que una viejona vecina
me le trajo de regalo.
Así lavando mi ropa,
cosiendo, limpiando el patio,
haciéndome de comer,
y mil cosas que no hallo,
me fue cambiando la vida
y ordené en el trabajo.
Yo me la llevé pa'eso...
pa'que me atienda, caracho!...
Pero la cosa cambió
murió mi sangre de "bravo";
aunque en cuestión de mujeres
fuí más porfiao que los vascos,
a más, pertenezco a esos
que han sido siempre orejanos,
y disparan tierra adentro
por no querer montar "patrios".
La custión me entró a gustar,
aunque soy hombre de campo,
me embobaba la figura
de sus pechos y sus pasos,
la mirada de sus ojos,
y su bello talle alto.
En un chispazo el amor
se puso a nuestros respaldos;
ella corrió enloquecida
a refugiarse en mis brazos,
y exprimimos en un beso
la pasión de nuestros labios.
Tercera Parte
III.
Ya hace trece años largones,
que su tremenda amargura,
se ha transformado en sonrisa
lo triste quedó en penumbra.
Ella disfruta el amor,
a mí su vida me embruja,
pero pasa que la dicha
a veces también se nubla,
y la luz que de repente
tanto y tanto nos alumbra,
se nos hace oscuridad
y lo hermoso se derrumba.
La empecé a notar muy seria
le vi una tristeza oculta
que le amargaba la vida
y yo no quería que sufra.
Le pregunté qué pasaba,
me digo: -"Mi pena es mucha,
el recuerdo de mis hijos
me dice que soy injusta,
que cambié por nuestra dicha
aquellas mis tres dulzuras,
aunque encontré en este rancho
una tremanda fortuna,
que no sabía que existía...
pues mi alma estaba desnuda".
Me pidió que la dejara
que la nostalgia la inunda,
que quiere ver a sus hijos,
que simulando una fuga
su esposo la aceptaría
aunque parezca una burla.
Me pidió que la acompañe
hasta el camino que cruza
en donde la hallé aquél día
que hablando en leguas con muchas.
Me costó decir que sí,
pero la ví tan confusa
que acomodé las tropillas
y hasta ensillé por las dudas.
Descolgó sus pocas pilchas,
se vistió a lo pampa chusma,
montó..., y salimos al tranco
con una tristeza mutua.
La dejé en la rastrillada
y que ocurra lo que ocurra...
Rumbeó pa'las tolderías
con tres esperanzas juntas
quería ver a sus hijos
y "¡que el sueño se le cumpla!".
III.
Ya hace trece años largones,
que su tremenda amargura,
se ha transformado en sonrisa
lo triste quedó en penumbra.
Ella disfruta el amor,
a mí su vida me embruja,
pero pasa que la dicha
a veces también se nubla,
y la luz que de repente
tanto y tanto nos alumbra,
se nos hace oscuridad
y lo hermoso se derrumba.
La empecé a notar muy seria
le vi una tristeza oculta
que le amargaba la vida
y yo no quería que sufra.
Le pregunté qué pasaba,
me digo: -"Mi pena es mucha,
el recuerdo de mis hijos
me dice que soy injusta,
que cambié por nuestra dicha
aquellas mis tres dulzuras,
aunque encontré en este rancho
una tremanda fortuna,
que no sabía que existía...
pues mi alma estaba desnuda".
Me pidió que la dejara
que la nostalgia la inunda,
que quiere ver a sus hijos,
que simulando una fuga
su esposo la aceptaría
aunque parezca una burla.
Me pidió que la acompañe
hasta el camino que cruza
en donde la hallé aquél día
que hablando en leguas con muchas.
Me costó decir que sí,
pero la ví tan confusa
que acomodé las tropillas
y hasta ensillé por las dudas.
Descolgó sus pocas pilchas,
se vistió a lo pampa chusma,
montó..., y salimos al tranco
con una tristeza mutua.
La dejé en la rastrillada
y que ocurra lo que ocurra...
Rumbeó pa'las tolderías
con tres esperanzas juntas
quería ver a sus hijos
y "¡que el sueño se le cumpla!".