Ahi tiene sobre’l fogón
ese mate, échele yerba:
en mi rancho se conserva
algo de la tradición:
dele un soplido al tizón
que dure’l agua caliente;
ponga leña suficiente,
áhi tiene un tarro con grasas
que’n cuanto se hagan las brasas
pondremos algo pa’l diente.
2
Acaricie ese porrón
de ginebra marca “Llave”;
vaya tratándolo suave
que nos aguante’l tirón,
que’n cuanto la cerrazón
medio se haya despejao
después de’char un bocao
le meteremos los cueros;
usté póngale al “overo”
yo le pondré al “colorao”.
3
Sabe Don que la niblina
se ha estendido con grandeza
y se ha puesto más espesa
que’l humo de la cocina;
usté lleve la madrina
yo atracaré a los baguales;
al pasar los totorales
se abre un claro en el arroyo
donde le llaman los criollos
“el paso de los juncales”.
4
Largue la yegua, no baje
si el agua bordea la orilla;
por detrás de la tropilla
los pingos harán coraje;
reserve’l poncho pa’l viaje
y aprete bien el sombrero
dele riendas al “overo”
que se atraque al “colorao”
¡mi flete es como pescao
pa’ las aguas, aparcero!
5
Sabe que’staba crecido
por suerte sin correntada;
son aguas de la cañada
por lo tanto que ha llovido;
si no lo dejó en olvido
usté ha de tráir el porrón;
bebamos con discreción
para dirnos calentando
y aura entremos galopando,
ya se ha ido la cerrazón.
6
Adrián Sosa y Justo Agüero
con rumbo pa’l Saladillo
van cruzando “Los Cerrillos”
de los campos de Terrero:
dos criollos de sello entero
capaces de cualquier cosa
que si valiente era Sosa
también lo era el gaucho Justo
¡capaz de peliar de gusto
con la mazorca de Rosas!
7
Muchas leguas galopiaron
a lo largo de aquel día
y otras tantas faltarían
a donde nunca llegaron;
era de noche y toparon
con el viejo río Salao
que’staba de lao a lao,
sin bajada y sin barranca
¡que hasta los pastos arranca
cuando se alza encorrentao!
8
Si es bravo el Samborombón
que tanta gente ha llevao
el viejo río Salao
tiene entrañas de dragón
pero la gran decisión
de los gauchos argentinos
por adelantar camino
y por ser demás valientes…
se los llevó la corriente
con triste y fatal destino.
9
Cuenta después un baquiano
botero de’sa pasada
y que tiene la morada
en un barrancón cercano,
que sintió gritos humanos
que venían del Salao
y con un tono apurao
que debía ser de Agüero
que decía: “¡Atraque’l “overo”
cerquita a mi “colorao”!”
10
Tristeza y desolación,
angustia, temor y pena
causa la terrible esena
de la desesperación;
y al cerrarse la oración
que’l cielo en estrellas brilla
dicen que de orilla a orilla
cada vez que está crecido
se siente’l triste sonido
de un cencerro sin tropilla.
11
Alguno con devoción
en el nombre de Jesús
ha colocado una cruz
junto al pie de un albardón;
bien cabe la presunción
que duermen en una fosa;
hay una planta frondosa
de respetable espinillo
¡memoria de “Los Cerrillos”
de Don Juan Manuel de Rosas!
Versos de Juan Quiroga
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sábado, 9 de noviembre de 2019
jueves, 5 de julio de 2018
LA TIGRA MUERTA
Yo soy el que siempre he sido,
'concetos' que el alma encierra,
para defender mi tierra
tuve un valor decidido.
Los campos donde he nacido
me dieron libre extensión,
no tengo más estrusión
que la del gaucho en su escuela
lazo, boleadora, espuela,
poncho, rebenque y facón.
Por baquiano y por destreza
fui soldao veterano,
con una lanza en la mano
y una vincha en la cabeza.
Me encarné con la fiereza
del potro del pajonal
los dos brutos por igual
por montes, cerros y llanos
en partes medio cristiano
y en parte medio animal.
Y ya que se cuadra el caso,
les voy a contar un cuento
deserté de un regimiento
en un redomón picaso.
Boleas, maneador y lazo
llevaba como escondido
y aprovechando el descuido,
las maletas bien cargadas,
ansí llegué a la cañada
de los campos del "Perdido".
Daba una satisfación
el junquillo con su aroma
y en los bordes de una loma
viboreaba el cañadón.
Desensillé el redomón
no porque fuera cansao...
Yo si, andaba desvelao
con ganas de echarme un sueño
por eso no puse empeño
en pasar pal otro lao.
Cuando el sol perdió su brillo
pa asegurarlo mejor,
prendí al pingo el maneador
y lo até en un duraznillo.
Ahi nomás me hice un ovillo
en las pilchas del recao.
Después de haber descansao,
desperté con el lucero
le puse al bagual los cueros
y me pasé al otro lao.
Enderecé a un pajonal
como pa esconder el bulto
y al bagual lo dejé oculto
adentro de un matorral.
Pensé que era el sitio ideal
pa que juera mi guarida
¡pero qué diablo! enseguida
pegó el picaso un bufido
porque allí cerca había un nido
con una tigra parida.
Les juro que me asusté,
se me añudó la garganta
me eché en el brazo la manta
y el sable desenvainé.
Pa no quedarme de a pie
matarla jue mi esperanza;
¡la tigra se me abalanza
derecho a darme un zarpazo!
le metí en la boca el brazo
y le hundí el sable en la panza.
En ese momento atrós
cayó con la boca abierta
y al ver a la tigra muerta
le di las gracias a Dios.
De aquél animal feroz
llevo una gran impresión,
y si en alguna ocasión
me tocara el mismo caso
las patas de mi picaso
no medirán la extensión.
Al rato pegué la güelta
y me encontré dos cachorros
tomando la leche a chorros
de la pobre tigra muerta.
¿A quién no se le despierta
la fibra del corazón?
Pero yo sin compasión
les dentré a clavar el sable,
¡vieran que carne agradable
más sabrosa que un lechón!
Le alvierto a cualquier matrero
si en el caso no se hayao,
que el tigre es mejor bocao
que la carne de cordero.
Este hecho verdadero
quizá ninguno lo cree,
pero yo seguro se
que aqueya zona desierta
le llaman: "la tigra muerta",
¡la tigra que yo maté!
Juan Quiroga
Juan Quiroga
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