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sábado, 9 de noviembre de 2019

La leyenda del Salao



Ahi tiene sobre’l fogón ese mate, échele yerba: en mi rancho se conserva algo de la tradición: dele un soplido al tizón que dure’l agua caliente; ponga leña suficiente, áhi tiene un tarro con grasas que’n cuanto se hagan las brasas pondremos algo pa’l diente. 2 Acaricie ese porrón de ginebra marca “Llave”; vaya tratándolo suave que nos aguante’l tirón, que’n cuanto la cerrazón medio se haya despejao después de’char un bocao le meteremos los cueros; usté póngale al “overo” yo le pondré al “colorao”. 3 Sabe Don que la niblina se ha estendido con grandeza y se ha puesto más espesa que’l humo de la cocina; usté lleve la madrina yo atracaré a los baguales; al pasar los totorales se abre un claro en el arroyo donde le llaman los criollos “el paso de los juncales”. 4 Largue la yegua, no baje si el agua bordea la orilla; por detrás de la tropilla los pingos harán coraje; reserve’l poncho pa’l viaje y aprete bien el sombrero dele riendas al “overo” que se atraque al “colorao” ¡mi flete es como pescao pa’ las aguas, aparcero! 5 Sabe que’staba crecido por suerte sin correntada; son aguas de la cañada por lo tanto que ha llovido; si no lo dejó en olvido usté ha de tráir el porrón; bebamos con discreción para dirnos calentando y aura entremos galopando, ya se ha ido la cerrazón. 6 Adrián Sosa y Justo Agüero con rumbo pa’l Saladillo van cruzando “Los Cerrillos” de los campos de Terrero: dos criollos de sello entero capaces de cualquier cosa que si valiente era Sosa también lo era el gaucho Justo ¡capaz de peliar de gusto con la mazorca de Rosas! 7 Muchas leguas galopiaron a lo largo de aquel día y otras tantas faltarían a donde nunca llegaron; era de noche y toparon con el viejo río Salao que’staba de lao a lao, sin bajada y sin barranca ¡que hasta los pastos arranca cuando se alza encorrentao! 8 Si es bravo el Samborombón que tanta gente ha llevao el viejo río Salao tiene entrañas de dragón pero la gran decisión de los gauchos argentinos por adelantar camino y por ser demás valientes… se los llevó la corriente con triste y fatal destino. 9 Cuenta después un baquiano botero de’sa pasada y que tiene la morada en un barrancón cercano, que sintió gritos humanos que venían del Salao y con un tono apurao que debía ser de Agüero que decía: “¡Atraque’l “overo” cerquita a mi “colorao”!” 10 Tristeza y desolación, angustia, temor y pena causa la terrible esena de la desesperación; y al cerrarse la oración que’l cielo en estrellas brilla dicen que de orilla a orilla cada vez que está crecido se siente’l triste sonido de un cencerro sin tropilla. 11 Alguno con devoción en el nombre de Jesús ha colocado una cruz junto al pie de un albardón; bien cabe la presunción que duermen en una fosa; hay una planta frondosa de respetable espinillo ¡memoria de “Los Cerrillos” de Don Juan Manuel de Rosas! Versos de Juan Quiroga


jueves, 5 de julio de 2018

LA TIGRA MUERTA





Yo soy el que siempre he sido, 
'concetos' que el alma encierra,
para defender mi tierra
tuve un valor decidido.
Los campos donde he nacido
me dieron libre extensión, 
no tengo más estrusión
que la del gaucho en su escuela
lazo, boleadora, espuela, 
poncho, rebenque y facón.

Por baquiano y por destreza
fui soldao veterano, 
con una lanza en la mano
y una vincha en la cabeza.
Me encarné con la fiereza
del potro del pajonal
los dos brutos por igual
por montes, cerros y llanos
en partes medio cristiano
y en parte medio animal.

Y ya que se cuadra el caso, 
les voy a contar un cuento
deserté de un regimiento
en un redomón picaso.
Boleas, maneador y lazo
llevaba como escondido
y aprovechando el descuido, 
las maletas bien cargadas, 
ansí llegué a la cañada
de los campos del "Perdido".

Daba una satisfación 
el junquillo con su aroma
y en los bordes de una loma
viboreaba el cañadón.
Desensillé el redomón
no porque fuera cansao...
Yo si, andaba desvelao
con ganas de echarme un sueño
por eso no puse empeño
en pasar pal otro lao.

Cuando el sol perdió su brillo
pa asegurarlo mejor, 
prendí al pingo el maneador
y lo até en un duraznillo.
Ahi nomás me hice un ovillo
en las pilchas del recao.
Después de haber descansao,
desperté con el lucero
le puse al bagual los cueros 
y me pasé al otro lao.

Enderecé a un pajonal
como pa esconder el bulto
y al bagual lo dejé oculto
adentro de un matorral.
Pensé que era el sitio ideal
pa que juera mi guarida
¡pero qué diablo! enseguida
pegó el picaso un bufido
porque allí cerca había un nido
con una tigra parida.

Les juro que me asusté, 
se me añudó la garganta
me eché en el brazo la manta
y el sable desenvainé.
Pa no quedarme de a pie
matarla jue mi esperanza;
¡la tigra se me abalanza
derecho a darme un zarpazo!
le metí en la boca el brazo
y le hundí el sable en la panza.

En ese momento atrós
cayó con la boca abierta
y al ver a la tigra muerta
le di las gracias a Dios.
De aquél animal feroz
llevo una gran impresión, 
y si en alguna ocasión 
me tocara el mismo caso
las patas de mi picaso
no medirán la extensión.

Al rato pegué la güelta
y me encontré dos cachorros
tomando la leche a chorros
de la pobre tigra muerta.
¿A quién no se le despierta
la fibra del corazón?
Pero yo sin compasión 
les dentré a clavar el sable, 
¡vieran que carne agradable
más sabrosa que un lechón!

Le alvierto a cualquier matrero
si en el caso no se hayao, 
que el tigre es mejor bocao
que la carne de cordero.
Este hecho verdadero
quizá ninguno lo cree, 
pero yo seguro se
que aqueya zona desierta
le llaman: "la tigra muerta",
¡la tigra que yo maté!

Juan Quiroga