Visitas de la última semana a la página

viernes, 12 de junio de 2015

Juancho el Desertor MARIO PINO


-Madre, vengo perseguido,
me he juído del regimiento.
-Hijo que en este aposento
hay un hueco como un nido.
Tu abuelo estuvo escondido
hasta que Rosas cayó...
Cuando el mozo se ocultó
ajuera se oyó un tropel,
y como en la casa de él
un sargento penetró.

- Capitán, dijo el sargento,
aquí hay algo que no entiendo;
yo lo he visto entrar corriendo
a Juancho, en el aposento.
Entré tras él al momento
y el pájaro había volao;
tuito el rancho he registrao
y ni rastro hallé siquiera;
tampoco ha salido ajuera
porque el rancho está rodiao.

-¡Señora! Vamos a ver:
¿Dónde se ha escondido su hijo?
Aquí hay algún escondrijo
y Usted lo debe saber.
No se niegue a responder
porque si lo oculta es pior;
¡No me haga obrar con rigor,
porque téngalo por cierto
que del rancho, vivo o muerto,
me llevaré al desertor!

- No sé, no he visto y no entiendo
porqué esta actitud tan rara.
- Usted miente, y en su cara
mis ojos lo van leyendo.
Sus labios lo están diciendo
por más que quieran negar;
lo acaban de confesar
sus palabras intranquilas;
lo descubren sus pupilas
que empiezan a lagrimear.

- Si el sargento lo ha corrido
hasta la puerta del rancho,
y cuando él entró, ya Juancho
había desaparecido,
y si ha entrao y no ha salido,
no me podrá desmentir
que en verdad debe existir
en el rancho un escondrijo,
y es donde se oculta su hijo
y lo voy a descubrir.

- Sargento, está demostrao
que en el rancho hay una trampa,
y en ella, como una estampa,
el desertor se ha ocultao.
El hombre está emparedado
ha entrao por algún boquete;
vaya usted hundiendo el machete
entre las pajas del rancho;
apostaría que Juancho
se oculta en el mojinete.

- Se me ocurre algo mejor
aunque le parezca cruel:
ate en este cordel
la madre del desertor,
ajústela sin temor
y apuremos los asuntos:
al rancho en los cuatro puntos
préndale juego al alaero,
pa'que aparezca el matrero
o se quemen los dos juntos.

- ¡Alto!, cobarde ha de ser
el que ansina sacrifica
a una madre que suplica
con todo el dolor del ser.
- ¡Ansina te quería ver!
Has tenido que salir.
- "¡Pero no me he de rendir
aunque la muerte se cuadre!
Por ser libre y por mi madre
estoy dispuesto a morir...

Yo sé que la madre tierra
a naides pide defensa,
la tierra no pide ofensa
la tierra no pide guerra.
Orejeando en esa yerra
la marca no es para mí;
si mi vida prometí
en el momento oportuno,
no la daré por ninguno
pero por mi madre sí".

Como un tigre enfurecido
cargó sobre el capitán,
que a su empuje de titán
rodó mortalmente herido.
Un estruendoso estampido
de carabina se oyó,
y de unos labios partió
esta palabra: ¡Hijo mío!
Y en gestos de desafío
el desertor tambaleó.

Con una mano en el pecho
se agachó y quedó en cuclillas.
Después cayó de rodillas
sin expresar un despecho,
luego arrastrándose un trecho
hasta la madre llegó.
Como pudo desató
a la pobrecita anciana,
besó su cabeza cana
y entre sus brazos murió.

Todos llevaron de allí
la expresión clara y sentida:
"Por naides daré la vida
pero por mi madre sí".
Yo también siento entre mí
esa palabra de amor;
ojalá que con ardor
surgieran de cada rancho
Argentinos como Juancho;
gaucho, libre y desertor.


Pintura: Augusto Goméz Romero "El Chasque"
Letra: Martín Castro
Interpreta: Marío Pino

COSAS QUE PASAN

"A visitar la china" Francisco Marenco

Nadie salió a despedirme cuando me fui de la estancia, 
solamente el ovejero, un perro, cosas que pasan. 
El asunto, una zoncera, un simple cambio e palabras, 
y el olvido de un mocoso, del que puedo ser su tata. 
Y yo que no aguanto pulgas, a pesar de mi inorancia, 
ya no más pedí las cuentas, sin importarme de nada. 
No hubiera pasado ésto, si el padre no se marchara, 
pero los patrones mueren, y después los hijos mandan. 
Y hasta parece mentira, pero es cosa señalada, 
que de una sangre pareja, salga la cría cambiada. 
Los treinta años al servicio, pal mozo no fueron nada, 
se olvidó mil cosas buenas, por una que salió mala. 
Yo me había aquerenciao, nunca conocí otra casa, 
que apegao a las costumbres, me hallaba en aquella estancia. 
Si hasta parece mentira, mocoso sin sombra e barba, 
que de guricito andaba, prendido de mis bombachas. 
Por él le quité a unos teros, dos pichoncitos. 
Malaya!, y otra vez, nunca había bajao un nido, 
y por él gatié las ramas. 

Cuando ya se hizo muchacho, yo le amansé el Malacara, 
y se lo entregué de riendas, pa que él sólo lo enfrenara. 
Tenía un lazo trenzao, que gané en una domada, 
pal santo se lo osequié, ya que siempre lo admiraba. 
Y la única vez que el patrón me pegó una levantada, 
fue por cargarme las culpas, que a él le hubieran sido caras. 
Zonceras, cosas del campo, la tranquera mal cerrada, 
y el terneraje e plantel, que se sale de las casas, 
y eso, pal finao patrón, era cosa delicada. 
Y bueno, pa que acordarme de una época pasada, 
me dije pa mis adentros, todo eso no vale nada. 
Sin mirarnos, arreglamos, metí en el cinto la plata, 
le estiré pa despedirme mi mano, pa que apretara, 
y me la dejó tendida, cosa que yo no esperaba. 
Porque ese mozo no sabe, si un día de hacerle falta... 
Tranqueando me fui haste el catre, alcé un atao que dejara, 
y me rumbié pal palenque, echándome atrás el ala, 
ensillé, gané el camino, pegué la última mirada 
al monte, al galpón, los bretes, el molino, las aguadas. 
De arriba abrí la tranquera, eché el pañuelo a la espalda, 
por costumbre, prendí un negro, talonié mi moro Pampa, 
y ya me largué al galope, chiflando como si nada. 
Nadie salió a despedirme cuando me fui de la estancia, 

solamente el ovejero, un perro, cosas que pasan...

Letra: Victor Abel Gimenez 
Interpreta José Larralde 
https://www.youtube.com/watch?v=-3pck79XZPg

jueves, 11 de junio de 2015

MI TIJERA TUZADORA







Milongas Gauchas

En una vaina de cuero
y pa que bien me la proteja,
tengo una tijera vieja
de mis tiempos de campero.
Marca "Ciervo" y buen acero,
 son sus criollos atavismos
y aunque el tiempo y sus modismos
 me dejó a pata en la huella;
la guardo porque con ella
me siento montao lo mismo.

El recuerdo de un amigo
que en mi memoria aun se queda,
un tal Victoriano Arquieda,
muy generoso conmigo.
Ella fue solo el testigo
 cuando una ocasión me dijo:
-"Por paisano y por prolijo
es tuya esta pertenencia,
porque sos de mi querencia
Como uno más de mis hijos".

Si habré conformao mirones,
con su filo como aceite,
cuando era pa mi un deleite
de emprolijar mancarrones.
Y esos crudos cimarrones
que no conocían bozal,
tras la rodada de un pial
y al filo de mi tijera;
me dejaban la clinera
como alfombra en el corral.
Y ni que hablar del picaso,
que cuando mozo montaba,
que antes de salir le echaba
un retoque por si acaso...
Y si al verme tras del paso
más de una moza pueblera,
supo decir salamera
pero con cierta verguenza:
"con gusto daría mis trenzas
pa'l filo de esa tijera".
Una vuelta que la mala
me había chupao como anguila,
fui anoticiao de una esquila
allí en la Estancia "Los Talas".
Allí don Rito Barcala
me dió trabajo conciente
y en el tiempo suficiente
terminé y me eché el regreso,
con ciento setenta pesos
y un capón de cuatro dientes.
Hoy que de viejo me agacho,
como ladrón de zapallo,
y no tengo ni un caballo
pa florearme en algún penacho,
vuelta y vuelta me despacho
como muchacho bandido,
y a la vieja en un descuido
y aunque por ahi se retoba,
suelo tusarle la escoba
para escucharle el sonido.

Letra: Carlos Loray 

HACIENDOME EL GUSTO EN VIDA


Trajo el patrón, pa la estancia,
un toro fino, importao,
y creo que lo había comprao
en Inglaterra o en Francia.
Un animal de prestancia
con más cuidao que una alhaja,
y pa sacarle ventaja
mejorando los planteles
dormía el toro en "Los Jagüeles"
en cama de buena paja.

Yo pa ese entonces, me acuerdo,
redomoniaba un picazo
que era más "pronto" que hachazo
pegao con el brazo izquierdo.
Y como nunca fui lerdo
pa enseñar un animal,
como un hombre liberal
pero con mala intención
saqué al toro del galpón
pa soltarlo en un corral.

Monté y después, despacito,
-como escondiendo una treta-
al toro, por la paleta,
le pegué un empujoncito.
Escuchó el picazo un grito
con mi acento varonil,
y sarandeando el cuadril
se dió el toro a disparar,
y ahí se lo entré a "descolgar"
a dos velas y un candil.

Como el pingo tenía rollo
le iba gritando certero:
¡acomodate extranjero
que te está golpiando un criollo!
De entre las patas, un pollo,
salió con vida arañando,
todo asustao, cacariando,
pasando alguna penuria
cuando yo en toda la furia
traiba al toro recostando.

Después... para qué les cuento...
se apareció el mayordomo,
malísimo, hinchando el lomo,
hasta quedar sin aliento.
Me parece que lo siento
gritar desde la tranquera;
más colorao que una hoguera
estaba loco de atar,
y...¡ya lo mandé a "pasiar"
con una frase muy fiera!

Cuando lo supo el patrón
enseguida me pagaron
y como a un perro me echaron
sin darme una explicación.
Pero si esa tentación
me costó una sacudida
aunque pierda otra partida
no hay cuidao que retroceda,
¡y seguíré mientras pueda
haciéndome el gusto en vida!


Letra: Pedro Risso "Que ocurrencia"
VIDEO:    https://www.youtube.com/watch?v=ZwlmTWeB9PU