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lunes, 26 de febrero de 2018

BOTA DE POTRO




Rodrigo Roberto Soria Ph

Botas sobadas a mano
con la paciencia de un viejo
de un animal azulejo
que fue un pingo soberano.
En un tiempo muy lejano
también las supe calzar,
y aunque las dejé de usar
de vista nunca las pierdo,
porque me traen un recuerdo
de aquel pingaso ejemplar.

No olvido esas ocasiones
que al ceñir las ligas pampas
con sus camperas estampas
me apretaban los garrones.
Y al lucir en mis talones
unas espuelas sin brillo
con nudo fuerte y sencillo
las alzaprimas guapeaban,
y a mis botas las maneaban
del empeine y del tobillo.

La derecha, un buen rayón
ligó en el trabajo rudo,
que un toro bayo guampudo
le obsequió de refilón.
Suerte que en esa ocasión
pude cuerpiar la embestida; 
y en forma más conocida
en la izquierda está presente
la marca, clara y patente,
que el bagual luciera en vida.

Ahura, cuando alguna vez
con cuidao las manoseo
son pa mí como un trofeo
de modestia y sencillez.
Por ser gauchas sin doblés
solía usarlas muy altivo,
y hasta encontraba un motivo
pa olvidar ciertas derrotas
al sentir contra mis botas
las caricias del estribo.


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