Pintura Eleodoro Marenco |
Disculpemé, don José,
si lo vengo a molestar,
diez leguas tuve que andar,
por poco el pingo estropié.
Ayer noche divisé
una estrella esplendorosa
y, al notarla tan hermosa,
quise quemarme en su brillo,
así que ensillé el rosillo
y cargué una que otra cosa.
Dejeló al Niño divino
que duerma así tranquilito,
yo he de mirarlo un ratito
pa'que bendiga mi sino.
Este poncho de merino
que los años han gastao
es lo mejor que he encontrao
por abrigao y sencillo
y estos güenos cojinillos
que pa'l Niñito he guardao.
Y, pa la niña María,
como siempre, tan donosa,
traigo un clavel y una rosa
que yo regué noche y día.
Y, además como sabía
que es güena pa'cocinar,
no dejé de levantar
al venir por el sendero,
algunos güevos de tero
que ella sabrá aprovechar.
Cuando tenga que marchar
juyéndole a los caranchos,
vaya, don José, a mi rancho
que yo lo voy a esperar.
Carne no le va a faltar,
ni unos catres bien mullidos
y, pa'l Niñito querido,
pierda cuidao que va a haber
leche fresca pa'beber
de mi yegua que ha parido.
Ahura tengo que partir
porque el trabajo me llama,
yo soy Rosendo Lezama,
pa'lo que quiera esigir.
Pero le voy a pedir,
si no es mucho molestar,
que cuando comience a hablar
el Niñito de alhelí,
rece un bendito por mí
que yo no lo he de olvidar.
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