Abrí la puerta del rancho y ahí la encontré tirada,
a ella que siempre dio todo sin pedir una migaja
fue madre de varios hijos pero estaba abandonada
y teniendo muchos nietos ninguno la visitaba
y aunque sufría por dentro había sonrisa en su cara
mirando para el camino horas entera pasaba
como esperando que alguien le alcanzara un vaso de agua
Maldito sea el destino, que le toco pobre anciana.
ella que ha luchado desde su lejana infancia y sola compartía el rancho con una soledad ingrata que diablos tendrán los hijos de cerebro poco y nada si pensaran un segundo en aquella MAMA GAUCHA
que para criarlos a ellos temprano se levantaba y pegando unos silbidos solía ordeñar las vacas para hacerle el desayuno con leche recien sacada hasta hace muy poco tiempo se la veía con la pala cortando cardo chamigo con las manos escarchadas lavando en un piletón ropa ajena o de la casa si parece maldición que ninguno se acordara de aquel ranchito destruido donde vivía su mama. Yo andaba por el camino y me acerque a saludarla por si precisaba algo y hallé la puerta cerrada tuve un mal presentimiento cuando debajo de las ramas un gato medio encrespado era como si me anunciara que ella estaba ahí en el suelo pidiendo que la ayudaron había caído boca abajo y en las manos un a carta pidiendo que no gastaran ni tampoco pierdan tiempo ni siquiera pa velarla ella había esperado tanto que vengan a visitarla o que se acercara un nieto para saber como estaban de nada sirven los llantos ni comprar la mejor placa si nadie estuvo a su lado cuando la precisaban ...
"Por eso a vos te digo, si la tenes, valorala a ella que a luchado tanto no la dejes abandonada, en vida sirve un te quiero mas que en la tumba, mil lagrimas".
Nuestro interior provinciano es muy lindo en paisajes y bellezas naturales, pero más bondadosa ha sido la naturaleza con el hombre que habita en esas "soledades"; en esa eterna quietud y paz. Soledad que se convierte en compañía para el espíritu, que le infunde melancolía y le fortifica el alma. Pero no siempre hay tranquilidad en El Farol de Mandinga esos parajes; las corridas, los velorios, las fiestas religiosas y las supersticiones mantienen inquieto al hombre de cerro y de campo y le tornan divertida su monótona vida.
La riqueza cultural de nuestra gente es inimaginable; resultado de la fusión de las antiguas culturas aborígenes, del cristianismo, de las soledades y desventuras que en el marco geográfico se desarrollaron a través de años y años. Un tesoro que el hombre de la ciudad por su vida agitada y sofocante muchas veces no conoce, y que forma parte de nuestra tradición.
Entre las supersticiones y leyendas de la gente del campo o de los cerros está la de la "luz mala" o "Farol de Mandinga", mito con trascendencia religiosa que se extiende por casi todo el Noroeste Argentino.
En algunas épocas del año (generalmente las más secas) se suelen ver de entre las pedregosas y áridas quebradas de los cerros del oeste tucumano (Mala Mala, Nuñorco, Muñoz, Negrito, Quilmes, etc), a la oración - de tarde -, o cuando los últimos rayos del sol iluminan las cumbres de los cerros y el intenso frío de la noche va instalándose en los lugares sombreados, una luz especial, un fuego fatuo; producto de gases exhalados por cosas que se hallan enterradas conjugados con los factores climáticos; a ella - con terror y morbosidad - los lugareños denominan "luz mala" o el "farol del diablo".
El día de San Bartolomé (24 de agosto) es el más propicio para verlos, ya que es cuando parece estar más brillante el haz de luz que se levanta del suelo y que, por creencia general, se debe a la influencia maligna, ya que popularmente estiman que es el único día en que Lucifer se ve libre de los detectives celestiales y puede hacer impunemente de las suyas (Ambrosetti, "Supersticiones y leyendas").
La luz es temida también por que imaginan ver en ella el alma de algún difunto que no ha purgado sus penas y que, por ello, sigue de esa forma en la tierra.
Generalmente nadie cava donde sale la luz por el miedo que ésta superstición les ha producido, los pocos que se han aventurado a ver que hay abajo de la luz siempre han encontrado objetos metálicos o alfarería indígena - muchas veces urnas funerarias con restos humanos, lo que aumentó el terror- que al ser destapada despide un gas a veces mortal para el hombre, por lo que los lugareños aconsejan tomar mucho aire antes de abrir o sino hacerlo con un pullo - manta gruesa de lana - o con un poncho, de suerte que el tufo no llegue a ser respirado.
Nos cuenta don Hipólito Marcial que: "La luz blanca que aparece en la falda del cerro es buena, donde entra hay que clavar un puñal y al otro día ir a cavar... va a encontrar oro y plata. De la luz roja huyan o recen el Rosario, se dice que es luz mala, tentación del diablo".
Debido a la continua migración a las ciudades y centros poblados, y por constante progreso estas leyendas van quedando reservadas solo para los mayores; la juventud se preocupa por otras cosas que estima más importante.-